Porque al destino así se le antojo.

 El ave fénix también resurge de las cenizas. Como nosotros cada vez que nos caímos, y tuvimos que aprender a levantarnos, porque al destino así se le antojo. A veces me he planteado ponerme los guantes de boxeo y pedirle explicaciones con la mano derecha. Pero la verdad es que creo que nos pasó todo a nosotros porque somos fuertes, porque íbamos a poder soportarlo. Así que gracias por quitarnos todo lo que no importa, y mantenernos con lo esencial, cerca de la estufa, por este calor llamado amistad, que nunca nos dejara morir de hipotermia. Aunque algunos nos lanzaran el hielo. Larga vida al traidor, con el corazón derretido y las venas llenas de alquitrán. Necesitaba un ejemplo al que no parecerme, y me diste varios.

Condenados a un dolor que no les tocaba

Tenemos la manía de elegir mal y llorarle a la mala suerte, que no vino sola. Fue un suicidio en toda regla, del que peca de valiente por no llevar arnés proclamándose enamorado de las emociones fuertes. Iluso diría yo, por olvidarse por completo del factor gravedad, que hará que caigamos una y otra vez, sin compasión, hasta que algo adentro muere. Ya lo ves, la cabra siempre tira para el monte, algunas relaciones no salen, y otros intentan reanimarlas a base de calambrazos. Pero siento recordarte que nada muerto resucita. Somos la sociedad perdida que busca a su media naranja, y se estanca en una mandarina, que por otro lado nunca estará a la altura, y termina dejándote un sabor mucho más agrio. Nuestro progreso, por desgracia es ser seguidores de la ley del clavo, en la que por odiar a las mandarinas llegaremos a ser el limón, rey de los sentimientos amargos, y de las relaciones tirita de usar y tirar, donde muchos son condenados a un dolor que no les tocaba.

Los ojos también se empañan.

Y si para que seas feliz hay que hacer rodar cabezas. Que ruede la de la tristeza. Maldita melancolía que vino a empañarte los ojos...

Sigue invirtiendo en tiempos buenos, aunque no pare de llover

Puedes apostarlo todo al 8 rojo, y si fallas te declaras en bancarrota de sentimientos. Nadie podrá robarte lo que no sientas. Sin Temores, sin prisas, sin penas, ni lamentos. No importa las veces que te salga rana. La vida está para vivirla, correr, gritar y equivocarte. Y sólo entonces podrás decir que no estás muerto. Y si yo te deseo algo, querido lector, es que nunca dejes de apostar por el amor.

La balada del despertador

Hoy me he levantado tarareando una mala canción de un peor cantante. Sin pedirle clemencia al despertador por otros cinco minutos más, inseparable de mi colchón. Deseando oler el aroma a mañana y enfriar mis pies descalzos. Definitivamente Júpiter y Venus deben estar alineados.

Muere de felicidad

Y si quieres haz que se mueran por ti, pero nunca mueras tú por nadie. Entiende la diferencia entre verdugo y mártir. Y baila, sobretodo baila. Porque las horas que no lo hagas serán horas perdidas. Ponme dos platos de felicidad y una copa de indiferencia. Con poco licor, ya sabes que con los abusos se me va la inspiración. Y el baso medio lleno siempre. Medio vacío no es para mí.

Profundamente hipotecada.

Y esa estúpida sensación de estar profundamente hipotecada a los sábados a vuestro lado, sedienta de otra ronda más. Si no ves el flash de una cámara es que no estamos en ese bar. Aunque hace mucho que no hacen falta molestas luces para que brillemos. Con o sin motivo adueñándome de un rincón de vuestros corazones, mis queridos adictos ocultos. Y pido más años de hipoteca. Muchos más. Exijo que me condenen  a cadena perpetua.